Antes que te vayas…

«Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.»

 

Estudio con algo de tedio – Roque Dalton

 

Hace más de un año que no hablamos, hace incontables días que no contestas mis correos. Aunque no lo creas te pienso muy a menudo, demasiado dirías tú (siempre te he tuteado, jamás te dije un «vos». Por respeto y admiración).

Aún recuerdo la noche en la que por primera vez me regalaste un libro, fue en la víspera de Año Nuevo, ese tan amado 31 de diciembre del año 2010. Todos estábamos listos para recibir un nuevo año, y con ese regalo, de alguna extraña forma; me hiciste renacer espiritualmente. El tejido de la maya hindú fue roto.

Y así empezó nuestra extraña amistad, entre libros y experiencias compartidas. Llegué a considerarte como uno de mis verdaderos maestros de vida, un título que no le doy a cualquiera. Es un título metafísico de gran valor para mí

Jamás había conocido a alguien que tan desinteresadamente —sin realmente conocerme—, compartía conocimientos, fuentes de sabiduría conmigo: una simple joven luchando por encontrarse a sí misma (y esa batalla aún no la he ganado). Pero confiaste plenamente en mí, forjaste mi inteligencia, puliste mis capacidades. Y lo hiciste sin saberlo, sin siquiera pensarlo.

Te soy sincera: soy una persona a la que la vida la ha golpeado muy duro en varias ocasiones. Y esto es algo sobre lo que no suelo hablar. Es por eso que he construido un muro, un caparazón que me protege la espalda de las puñaladas. Me cuesta confiar, entregar un pedazo de mí. Presiento que tú eres igual, que nos parecemos mucho en ese sentido, que tenemos una filosofía de vida que consiste en molestar y hacer sufrir a los demás lo menos posible. Sin embargo, me he dado cuenta que este actuar nos hace mucho daño; nos hace olvidarnos de nosotros mismos. No nos vemos como personas importantes, no le damos importancia a nuestros propios sentimientos porque los consideramos ridículos, nada relevantes. Pero lo son, créeme que lo son; y tragarme eso es la otra lucha que no he podido ganar. Te confieso que me da temor nunca ganarla.

Daría tanto por que las trivialidades me bastaran, por que el intelecto no me importara, por que me valieran mil madres una gran cantidad de cosas. Pero no puedo, lo he intentado. No puedo. No puedo callar mis pensamientos. Como quisiera encontrar ese interruptor para apagarlos, poder cavar una tumba para enterrarlos. Creo que ambos quisiéramos esta carga fuera de nuestros hombros.

Tal vez no me creas, pero siento que te conocí más de lo que te imaginas. Supe desde un primer instante que eras (y eres) una muy buena persona con un corazón de oro, sé que tu soledad es solo un refugio y que buscas (como todos) ser comprendido. Solo quiero que sepas que tienes a una amiga en mí, que quiero y puedo ser tu apoyo. Te he llegado a apreciar mucho, eso nunca cambiará. Quiero que sepas que te veo en los libros que me diste y que tus notas en ellos me ayudan a entenderte y a construir una conversación con el ahora lejano .

Espero que no me interpretes mal. En ti siempre vi a mi mentor, a mi sueño de filósofo y discípula griegos cumplido (¡por muy estúpido que suene!). Esta es una carta de agradecimiento, de profundo aprecio. Y quiero escribírtela antes que te vayas porque sé que de vez en cuando me leías (espero que aún lo hagas). Desde hace mucho que una espina en mi espíritu ha insistido en que lo haga.

Antes que te vayas te escribo. Tú sabes a qué me refiero. Ya lo sé todo, por muchas excusas que me escribías al principio sobre tu estado. Recuerdo que te deseaba la pronta mejora pero en el fondo sabía y sé la verdad. Quiero que sepas que nunca me he ido y nunca lo haré. Quiero que sepas que no te deseo nada más que la paz más pura y perfecta que sé que te mereces.

Si me preguntas, mi deseo sería verte, hablar contigo. Pero entiendo tu inquebrantable soledad, comprendo a la perfección tu filosofía porque se asemeja a la mía, ya te la expuse. Nadie me dirá nada sobre ti, lo sé. Me protegen de la verdad. Tú no dirás nada, lo sé. Y gracias, sé que lo haces para no lastimarme. Si algún día decides decírmelo, ahí estaré.

Querido amigo, no sé si te has resignado, no lo sé. Yo quisiera que no lo hicieras. Pero es tu decisión. Al final del día no duermes con nadie más que contigo mismo y no hablas con nadie más que con tu consciencia. Si quieres hablar conmigo algún día, alguna noche o alguna madrugada, ahí estaré.

Peor que saberlo todo de ti es saber nada, es estar en el limbo.

Antes que te vayas te escribo esto porque no sé si te volveré a ver; no sé si nos volveremos a escribir…

… Solo sé que yo, en mi horripilante e innecesario egoísmo, quiero que te quedes por mucho más tiempo.

2 comentarios en “Antes que te vayas…

  1. Andrea Salgado Geromini dijo:

    La forma en como te expresas, parece casi como una carta que nunca enviaste. Triste pero bonito el poder desahogarse así.

    Me gustó mucho porque te sentí sincera, casi más describiendote a ti misma que escribirle a tu amigo; así lo sentí yo.

    Abrazos letrados.

    • Tania Bello dijo:

      De cierta forma tienes razón, amiga. Estoy en esa situación en que me veo reflejada en alguien más. No me había dado cuenta de eso hasta que escribí esto.

      Gracias por comentar. ❤
      Abrazos letrados. 🙂

Deja un comentario